La vida es así. Unas veces parece que
te tome el pelo y otras hace que te sientas importante.
Las cosas sólo son extraordinarias en
la vida de la persona a las que le suceden.
Noche. Noche encantada, ligera,
hechizada. Noche de estrellas fugaces, de deseos absurdos y locos, casi
asombrosos.
No hay nada peor que no tener el valor
de admitir ni ante uno mismo que no tienes ni idea de lo que hacer...
Como si las dificultades fueran
únicamente un mal rollo cuando, en cambio, son ocasiones, posibilidades de
demostrar que podemos conseguir lo que pretendemos. ¿Soy un idealista? ¿Un
loco? ¿Un soñador? No lo sé.
Danzo con la vida, la invito a bailar,
la abrazo sin excederme, la miro a los ojos y la respeto y la amo, al igual que
adoro la mirada de una mujer enamorada.
Que nuestra vida es nuestra y que nadie
nos regala nada, que somos nosotros los que la construimos en función de
nuestros verdaderos deseos. Sólo que hay que tener mucha fe, porque, de otra
forma, ocurre justo lo contrario: nuestros miedos toman la delantera, somos
nosotros mismos quienes lo echamos todo a rodar, y culpamos de ello a los
demás.
Lo bonito de la vida cuando se echa la
vista atrás es que te das cuenta de lo mal que has estado por ciertas cosas que
luego olvidas por completo y que, en cambio, recuerdas siempre los momentos de
felicidad. Y, sobre todo, cuando repasas lo que has hecho te percatas de que
tal vez podrías haber entendido algo. Entonces sientes la tentación de volver
sobre tus pasos, de regresar a ese momento y, quizá, cambiar la decisión que
tomaste, optar por una diferente.
Y eso es lo que cuenta en la vida, ser
felices gracias a las cosas que realmente nos hacen felices.
No me lo puedo creer. Es el amor. El
amor con mayúsculas, el amor loco, esa felicidad absoluta, ese que desplaza a
todos los demás, por guapos que sean. Amor infinito. Amor ilimitado. Amor
planetario. Amor, amor, amor. Tres veces amor. Querrías repetir esa palabra mil
veces, la escribes sobre el papel y garabateas su nombre, pese a que, a fin de
cuentas, apenas sabes nada de él.
Los que mueren de verdad son los que no
viven. Los que se reprimen porque los asusta el qué dirán. Los que hacen
descuentos a la felicidad. Los que se comportan siempre de la misma forma
pensando que no se puede hacer nada diferente, los que piensan que amar es como
una jaula, los que nunca cometen pequeñas locuras para reírse de sí mismos o de
los demás. Mueren los que no saben ni pedir ni ofrecer ayuda.